Cuando pienso en mejorar y regenerar el sistema educativo, me viene a la mente un
personaje del evangelio con el que siempre me he identificado y que
bien puede ayudarnos a expresar nuestros miedos y dificultades.
Se trata
de un fariseo miedoso llamado Nicodemo.
Este hombre, insatisfecho con el sistema religioso imperante e inquieto por tantas cosas que no lo convencen, en el anonimato de la noche se acerca a Jesús a buscar luz, con la esperanza de encontrar ese impulso que necesita para cambiar. No tiene claro lo que busca así que, sencillamente, trata de expresar lo que siente:
Este hombre, insatisfecho con el sistema religioso imperante e inquieto por tantas cosas que no lo convencen, en el anonimato de la noche se acerca a Jesús a buscar luz, con la esperanza de encontrar ese impulso que necesita para cambiar. No tiene claro lo que busca así que, sencillamente, trata de expresar lo que siente:
------
- Nicodemo:
Sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer
estas señales que tú haces si no está Dios con él.
- Jesús: En verdad te digo, que nadie puede ver el reino de Dios si no nace de nuevo.
- Nicodemo: ¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al seno de su madre?
- Jesús: En
verdad te digo, que el que no renace del agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. [...] El viento sopla donde quiere, y oyes
su silbido, pero no sabes de dónde viene, ni
a dónde va. Así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
------
Este
pasaje del evangelio me conmueve porque comparto el miedo de Nicodemo
por Jesús, si es o no es quien dice ser, pero también por el miedo al
cambio: a no ser capaz de cambiar. Y aquí debo entrar
en mis inquietudes para ser profesor, en esa llamada que siento de
participar profesionalmente en el sistema educativo... pero también de
ese miedo a poder cambiarlo.
La mayoría
de los profesores que nos incorporamos a la labor de educar somos hijos
de este sistema imperante, de él hemos heredado una gran parte de lo
que sabemos, bueno o malo, y por eso nos cuesta
tanto cambiarlo y, más bien, tendemos a reproducirlo, como si tuviera
una inercia imparable. ¿No le debemos acaso gran parte de lo que
sabemos?
Ante esta
realidad se me encienden las alarmas porque, aunque el sistema tiene
cosas buenas, necesario es mejorar, impulsar, corregir, renovar nuestra
práctica educativa y no será posible si no nazco
de nuevo. Y me surgen las dudas de Nicodemo: “¿debo volver al vientre
de mi madre?”.
La respuesta de Jesús sigue siendo válida:
es necesario nacer del espíritu, no de la carne. Yo soy quien soy, con
mi historia, mi mochila, mis defectos... pero mi espíritu, mi mente, mi
actitud, mis creencias, pueden nacer de nuevo.
Siento que este es el primer paso: cambiar nuestra mirada sobre ese
joven único: reconocerle como un ser en búsqueda, igual de necesitado
que yo pero con sus inquietudes, con sus anhelos, sus deseos, sus
vacíos, sus llamadas...
Antes que los átomos o la sintaxis que
marca el curriculum, debo reconocer y sentir la presencia de esa persona
en desarrollo y preguntarme qué necesita. Y así, como las plantas,
darle ese arraigo, esa agua, esa luz o esos nutrientes...
para continuar su crecimiento y seguir su camino. Sólo así, sólo
después, mi mirada cambiará y, entonces, sólo entonces pueda nacer yo de
nuevo y, conmigo, un nuevo hacer educativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario